¡Fragmento de Later, la nueva novela de Stephen King, en español!

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La revista Entertainment Weekly publicó un fragmento de Later, la próxima novela de Stephen King, en exclusiva.

Acá les dejamos una traducción, para que puedan disfrutarla y preparar motores para el lanzamiento en inglés el próximo mes, y en español… ¡todavía no sabemos cuándo!


Subimos las escaleras hasta el tercer piso, donde había otros dos apartamentos, más el nuestro al final del pasillo. El nuestro era el más elegante. El Sr. y la Sra. Burkett estaban parados afuera del 3 A, y supe de inmediato que algo andaba mal porque el Sr. Burkett estaba fumando un cigarrillo, lo cual no lo había visto hacer antes, y además era ilegal en nuestro edificio. Sus ojos estaban inyectados en sangre y su cabello estaba enloquecido y con puntas grises. Siempre lo llamé señor, pero en realidad era el profesor Burkett y enseñaba algo inteligente en la Universidad de Nueva York. Literatura inglesa y europea, me enteré más tarde. La Sra. Burkett estaba vestida con un camisón y sus pies estaban descalzos. Ese camisón era bastante fino. Podía ver la mayoría de sus cosas a través de él.

Mi madre dijo: «Marty, ¿qué pasa?».

Antes de que pudiera responderme, le mostré mi pavo. Porque se veía triste y quería animarlo, pero también porque estaba muy orgulloso de él. ¡Mire, señor Burkett! ¡Hice un pavo! ¡Mire, señora Burkett! Lo sostuve frente a mi cara porque no quería que pensara que estaba mirando sus cosas.

El Sr. Burkett no prestó atención. No creo que ni siquiera me haya escuchado. “Tia, tengo una noticia terrible. Mona murió esta mañana».

Mi madre dejó caer su bolso con el manuscrito dentro entre sus pies y se tapó la boca con la mano. «¡Oh no! ¡Dime que no es cierto!».

Empezó a llorar. “Se levantó por la noche y dijo que quería un trago de agua. Me volví a dormir y ella estaba en el sofá esta mañana con un edredón subido hasta la barbilla, así que fui de puntillas a la cocina y puse el café porque pensé que el olor agradable la d… d… desperta… la despertaría…».

Ahí realmente se derrumbó. Mamá lo tomó en sus brazos como lo hacía conmigo cuando me lastimaba, a pesar de que el Sr. Burkett tenía alrededor de cien años (setenta y cuatro, me enteré más tarde).

Fue entonces cuando la Sra. Burkett me habló. Era difícil de escuchar, pero no tanto como algunos de ellos porque todavía estaba bastante fresca. Dijo: «Los pavos no son verdes, James».

«Bueno, el mío sí», dije.

Mi madre todavía sostenía al Sr. Burkett y lo mecía. No la oyeron porque no pudieron, y no me escucharon porque estaban haciendo cosas de adultos: mamá consolar; el Sr. Burkett lloriquear.

El Sr. Burkett dijo: «Llamé al Dr. Allen y él vino y dijo que probablemente le había dado un parto». Al menos eso es lo que pensé que dijo. Estaba llorando tanto que era difícil saberlo. “Llamó a la funeraria. Se la llevaron. No sé qué haré sin ella».

La Sra. Burkett dijo: «Mi esposo va a quemar el cabello de tu madre con su cigarrillo si no tiene cuidado».

Y efectivamente, lo hizo. Podía oler el cabello chamuscado, una especie de olor a salón de belleza. Mamá fue demasiado educada como para decir algo al respecto, pero hizo que la soltara y luego le quitó el cigarrillo, lo tiró al suelo y lo pisó. Me pareció algo desagradable, extremadamente sucio, pero no dije nada. Entendí que era una situación especial.

También sabía que hablar más con la Sra. Burkett lo asustaría. Mamá también. Incluso un niño pequeño sabe ciertas cosas básicas si no es blando en la azotea. Se dice por favor, se dice gracias, no se muestra el pito en público ni se mastica con la boca abierta, y no se habla con los muertos cuando están parados junto a personas vivas que están empezando a extrañarlos. Solo quiero decir, en mi propia defensa, que cuando la vi no sabía que estaba muerta.

Más tarde me hice mejor notando la diferencia, pero en ese entonces estaba aprendiendo. Era a través de su camisón que podía ver, no a través de ella. Los muertos se parecen a los vivos, excepto que siempre llevan la ropa con la que murieron.

Mientras tanto, el Sr. Burkett estaba repitiendo todo. Le contó a mi madre que se sentó en el suelo al lado del sofá y sostuvo la mano de su esposa hasta que llegó el médico y otra vez hasta que el hombre de la funeraria vino a llevársela. «La trasladó de aquí» fue lo que en realidad dijo, lo que no entendí hasta que mamá me lo explicó. Y al principio pensé que había dicho cosmetóloga1, tal vez por el olor cuando le quemó el pelo a mamá. Su llanto había disminuido, pero ahora volvió a aumentar. «Sus anillos han desaparecido», dijo entre lágrimas. “Tanto su anillo de bodas como su anillo de compromiso, con ese gran diamante. Miré en la mesita de noche a su lado de la cama, donde los pone cuando se frota las manos con esa crema para la artritis que huele tan mal…”.

«Sí que huele mal», admitió la Sra. Burkett. «La lanolina es básicamente salsa de oveja, pero realmente ayuda».

Asentí con la cabeza para mostrar que entendía, pero no dije nada.

«…y en el lavabo del baño, porque a veces los deja allí… he mirado por todas partes».

«Aparecerán», la tranquilizó mi madre, y ahora que su cabello estaba a salvo, volvió a tomar al Sr. Burkett en sus brazos. «Aparecerán, Marty, no te preocupes por eso».

«¡La extraño mucho! ¡Ya la extraño!».

La Sra. Burkett agitó una mano frente a su cara. «Le doy seis semanas antes de que invite a Dolores Magowan a almorzar».

El Sr. Burkett estaba lloriqueando, y mi madre estaba haciendo sus cosas para tranquilizar como hacía conmigo cada vez que me raspaba la rodilla o esa vez cuando traté de prepararle una taza de té y me volqué agua caliente en la mano. Mucho ruido, en otras palabras, así que me arriesgué pero mantuve la voz baja.

“¿Dónde están sus anillos, señora Burkett? ¿Lo sabe?»

Tienen que decirte la verdad cuando están muertos. No sabía eso a los seis años; simplemente asumía que todos los adultos decían la verdad, vivos o muertos. Por supuesto, en ese entonces también creía que Ricitos de Oro era una chica de verdad. Llámame estúpido si quieres. Al menos no creía que los tres osos realmente hablaran.

«Estante superior del armario del pasillo», dijo. «Muy atrás, detrás de los álbumes de recortes».

«¿Por qué allí?», pregunté, y mi madre me miró de forma extraña. Por lo que podía ver, estaba hablando con una puerta vacía… aunque para entonces sabía que yo no era igual que otros niños. Después de algo que sucedió en Central Park, nada agradable —ya llegaré ahí—, la escuché decirle a uno de sus amigos editores por teléfono que yo era un «vidente». Me asusté muchísimo, porque pensé que se refería a que me iba a cambiar el nombre por Fay2, que es un nombre de niña.

«No tengo la menor idea», dijo la Sra. Burkett. “Para entonces supongo que estaba sufriendo un derrame cerebral. Mis pensamientos se estarían ahogando en sangre».

Pensamientos ahogados en sangre. Nunca lo olvidé.

Mamá le preguntó al Sr. Burkett si quería bajar a nuestro apartamento a tomar una taza de té («o algo más fuerte»), pero él dijo que no, que iba a buscar de nuevo los anillos perdidos de su esposa. Ella le preguntó si le gustaría que le alcanzáramos algo de comida china para llevar, que mi madre estaba planeando para la cena, y él dijo que estaría bien, gracias, Tia.

Mi madre dijo de nada3 (que usaba casi tanto como sí, sí, sí, y claro, claro, claro), y luego dijo que se lo llevaríamos a su apartamento alrededor de las seis, a menos que él quisiera comer con nosotros en el nuestro, para lo cual era bienvenido. Dijo que no, que le gustaría comer en su casa pero que le gustaría que comiéramos con él. Excepto que lo que realmente dijo fue nuestro lugar, como si la Sra. Burkett todavía estuviera viva. Lo cual no era así, a pesar de que estaba allí.

«Para entonces, habrás encontrado sus anillos», dijo mamá. Tomó mi mano. “Vamos, Jamie. Veremos al Sr. Burkett más tarde, pero por ahora dejémoslo en paz».

La Sra. Burkett dijo: «Los pavos no son verdes, Jamie, y eso de todos modos no parece un pavo. Parece una mancha de la que sobresalen dedos. No eres ningún Rembrandt».

La gente muerta tiene que decir la verdad, lo cual está bien cuando quieres saber la respuesta a una pregunta, pero como dije, la verdad realmente puede apestar. Empecé a enfadarme con ella, pero en ese momento empezó a llorar y no pude. Se volvió hacia el Sr. Burkett y dijo: «¿Quién se asegurará ahora de que no se le pierda la hebilla del cinturón en la parte de atrás de los pantalones? ¿Dolores Magowan? Eso sí que quiero verlo». Le dio un beso en la mejilla… o besó ahí, no sabría decir bien. “Te amaba, Marty. Aún lo hago».

El Sr. Burkett levantó la mano y se rascó el lugar donde sus labios lo habían tocado, como si tuviera una picadura. Supongo que eso es lo que pensó que era.

(1) Juego de palabras intraducible, ya que mortician (empleado de una funeraria) y beautician (cosmetóloga) suenan similar.

(2) Juego de palabras intraducible, ya que fey (vidente, hada, ser mágico) y Fay (nombre de mujer) suenan similar.

(3) En español en el original.

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